Violencia en San Martín

El pasado Domingo en el clásico Chacarita vs Atlanta se expusieron una vez más las falencias de la política de seguridad implementada en nuestro fútbol. Erróneo accionar policial, la complicidad de los dirigentes deportivos, el deplorable estado de los estadios y el accionar de las barras; todas situaciones presentes en el cuadro violento del mencionado partido. Como es habitual el Departamento de Investigaciones de SAF presenta un análisis agudo de los hechos y expone las causas de una nueva jornada futbolera invadida por la violencia.

 

Incidentes en Chacarita – Atlanta: una reflexión sobre la prohibición del público visitante sobre la lógica de los operativos policiales en las canchas del Ascenso

Tras el partido disputado en el estadio de Chacarita Juniors entre el equipo local y Atlanta por el Torneo de la Primera B Nacional se registraron numerosos hechos de violencia. Las imágenes divulgadas sobre los disturbios resultaban más cercanas a las de una revuelta social o de una manifestación política desbandada que a las de un partido de fútbol: vehículos en llamas, humo de gases lacrimógenos y gente corriendo entre los disparos de balas de goma.

 

Los hechos se sucedieron cuando enfurecidos por el mal momento de su equipo y por considerarse perjudicados por los fallos arbitrales, numerosos hinchas de Chacarita agredieron a dirigentes y periodistas partidarios de Atlanta, para luego generar destrozos en las inmediaciones del estadio. Como saldo de los incidentes, un dirigente de Atlanta debió ser hospitalizado, varias personas fueron heridas por balas de goma, hubo cerca de 10 detenidos, tres patrulleros resultaron incendiados y los jugadores y cuerpo técnico de Atlanta debieron permanecer increíblemente cautivos dentro del vestuario hasta dos horas después de finalizado el juego.

 

Los hechos en cuestión merecen una reflexión científica que permita observarlos como un fenómeno social complejo y alejado en parte de los tradicionales juicios mediáticos que los tildan de “barbarie”. Así, se encuentran en estos episodios toda una serie de elementos que muestran la relación a simple vista oculta entre los deficitarios operativos policiales en general, con medidas concretas como la prohibición de concurrir al estadio para el público visitante en el Ascenso (que se cumple a medias desde que River Plate está en la categoría) y conductas violentas de parte de los propios actores como ser los cánticos antisemitas de los hinchas de Chacarita.

 

Sostenemos entonces desde el Departamento de Investigaciones de SAF que el encuentro entre Chacarita y Atlanta fue un ejemplo de cómo la concurrencia de todos estos factores construye un escenario violento. Veamos por qué.

 

Pocas visitas, sólo anfitriones

 

En primer término, el partido se jugó con una sola hinchada presente en el estadio. Siguiendo la reglamentación que impide la presencia de público visitante en las canchas del Ascenso, solamente la parcialidad de Chacarita pudo acceder a presenciar el juego. Pese a esto, se montó un operativo policial que en los papeles contó con 500 efectivos: es decir, hubo 500 policías para controlar a una hinchada que no tenía posibilidades de confrontar contra ninguna hinchada rival. Nos preguntamos entonces: si en la lógica de los funcionarios de seguridad deportiva la violencia se desata por el enfrentamiento entre hinchadas rivales, ¿cómo se justifica tamaña presencia policial en una tribuna donde sólo hay una parcialidad? Siguiendo con este razonamiento: ¿qué utilidad tiene el operativo policial si, incluso con una sola hinchada en la cancha se producen incidentes tan graves como los ocurridos en aquella jornada?

Los cuestionamientos iniciales conducen a analizar las muertes en el fútbol como indicador del grado de violencia que existe en los estadios. Podemos afirmar que la prohibición del público visitante en las canchas del Ascenso, implementada en el año 2007 luego de la muerte del hincha de Tigre Marcelo Cejas, no redujo en términos absolutos la cantidad de muertes. Observando el Gráfico 1 constatamos que en los cinco años previos (2002-2007) a la implementación de la prohibición se registraron 8 muertes en las categorías de Ascenso, mientras que desde que se instauró la prohibición se verificaron 10 muertes en el mismo período de tiempo (2007-2012).

antes y después prohibición

Lo que surge con nitidez del análisis de los datos presentados, y particularmente de los hechos de violencia en este partido entre Chacarita y Atlanta, es que el fenómeno de la violencia en el fútbol debe ser pensado no desde la eventual confrontación física que puede derivarse del enfrentamiento simbólico entre dos hinchadas rivales sino desde la existencia de una cultura específica del mundo del fútbol argentino, que la literatura especializada denominó como “cultura del aguante”. En este sentido, lo ocurrido en el estadio de Chacarita refuerza la evidencia de que mientras no se identifiquen las dimensiones culturales que sostienen la problemática de la violencia en el fútbol, los operativos de seguridad difícilmente puedan cumplir con su misión de sentido: proporcionar seguridad a los espectadores.

 

Hinchas en zonas grises

 

En segundo término, se hizo notoria en la cancha de Chacarita una cuestión que desde hace un tiempo venimos mencionando en Salvemos al Fútbol: la del pequeño grupo que presencia el partido de su equipo en estadios visitantes, y que por ley no está habilitado para asistir al juego, pero que sin embargo, utilizando las zonas grises de la ley, presencian el partido en la cancha. Aunque el partido se jugó solamente con público local, la tribuna visitante fue abierta para alojar a un grupo de cerca de 100 personas identificadas con Atlanta. Según fuentes del propio club de Villa Crespo, esas personas eran directivos y prensa partidaria.

 

Desde la prohibición del público visitante se ven indefectiblemente en las canchas del ascenso estos pequeños grupos de gente allegada al club presenciando los partidos. El inconveniente reside en que muchas veces esas personas se comportan con actitudes similares a las de cualquier hincha pasional de fútbol: gritan, alientan, insultan y discuten con el público rival. Y de esa forma son percibidos y construidos por la hinchada local como hinchas comunes, y por lo tanto como enemigos.

 

Por otra parte, en el estadio de Chacarita este grupo identificado con Atlanta fue ubicado en la tribuna popular visitante, es decir el lugar que por antonomasia ocupan los hinchas rivales. Por un lado, al permitirles la entrada se les reconocía su rol de funcionarios y directivos, pero luego al ubicárselos en la tribuna popular aparecieron a la vista de todos como simples hinchas. Al momento de comenzar los incidentes, hinchas de Chacarita ingresaron a la tribuna donde estaba este grupo de Atlanta con el fin de agredirlos.

 

Como dijimos, los hechos de violencia no se limitaron al enfrentamiento entre grupos con diferente camiseta. Luego del partido la hinchada de Chacarita cometió destrozos materiales dentro y fuera del estadio. Dos móviles policiales y un camión de Gendarmería fueron incendiados, y algunas casas y comercios aledaños al estadio fueron dañados. La violencia contra el Estado y contra particulares no implicados en el partido no es un dato nuevo para el escenario de la violencia en el fútbol de los últimos años, pero tampoco algo habitual. Los cientistas sociales Galvani y Palma sugieren que las hinchadas argentinas, cuando se enfrentan con la policía, no la perciben como el representante armado del Estado sino como una “tercera hinchada”, un grupo rival más que participa del ritual del fútbol. Con la ausencia de público visitante la policía pasa a ser la “segunda hinchada”, es decir la única referencia que los hinchas locales tienen como enemigo dentro del estadio. El incendio de los móviles policiales es una muestra de esto: dentro de la lógica de las hinchadas el robo o incendio de las pertenencias de otra hinchada (banderas, bombos, camisetas) es una afrenta habitual. Por eso los patrulleros incendiados deben verse también bajo la óptica de la cultura específica de las hinchadas argentinas.

 

El origen de los incidentes tuvo que ver en gran medida con la difícil situación que atraviesa Chacarita tanto a nivel deportivo como institucional. Los frecuentes problemas políticos internos del club y la muy pobre campaña en el torneo de la Primera B Nacional influyeron negativamente en los ánimos de la hinchada local. Esta situación, sumada a que se trataba de un partido “clásico” creó un clima caliente desde el inicio del juego, que se magnificó luego de los dos goles anulados a Chacarita. Más allá de que los goles estuvieron correctamente anulados, la parcialidad local señaló al árbitro como el culpable de que su equipo no se llevara el triunfo.

 

En este sentido se observa que los hinchas interpretan que fueron despojados de lo que legítimamente les correspondía (la victoria); que el partido les fue “robado”. En esa evaluación que hacen de la Ley y la Justicia, la hinchada reacciona ante el “robo” sufrido queriendo hacer justicia por mano propia para reparar la afrenta. Así, la figura del árbitro y de la Policía se confunden en una sola: la de la Ley. El posterior ataque contra los móviles policiales persigue de alguna forma saldar ese robo inicial del que consideran haber sido víctimas. Recordemos en este sentido, como propone Alabarces, que la gran parte de los integrantes de las hinchadas pertenecen a sectores populares de la sociedad, habituados a lo largo de la historia argentina contemporánea a comprobar que por lo general la ley no es justa ni la justicia imparcial para con ellos. En este sentido se revela el rol del fútbol como manifestación cultural que condensa múltiples sentidos y significados, que trascienden largamente al deporte y al juego en nuestro país.

 

Retomando, para concluir, el tema de la organización de los operativos de seguridad en los estadios, es sugerente observar la declaración de un dirigente de Chacarita para quien el operativo falló porque “la Policía se relaja un poco al no haber hinchas visitantes”, afirmando a continuación que “si hubiesen estado los hinchas de Atlanta esto no pasaba”. La pregunta que se impone entonces es ¿para qué seguir organizando operativos de seguridad con 500 efectivos para custodiar un estadio sin público visitante?

 

Por Santiago Uliana – Diego Murzi – Sebastián Sustas