Pensar en no volver

Me presento, soy Nicolás Pardiña, tengo 19 años, vivo en la provincia de Buenos Aires y soy hincha, socio y enfermo de Newell’s Old Boys de Rosario. Como parte de la clase media, muchas veces mis viejos no tenían la guita para poder llevarme a la cancha, la cual queda a unos casi 350 kilómetros de donde vivo. Debía conformarme con ver partidos de visitante, por la tele, o ir muy pocas veces, muy de vez en cuando al Coloso. También, por ser chico, ignoraba la situación de mafia que se vivía en Newell’s. Pero la pasión nunca se agotó. Más de grande, a los 17 años, pude empezar a laburar y a juntar unos mangos. La democracia ya había vuelto a Newell’s, y era un placer ir a la cancha. Para evitar problemas siempre debo elegir ir a la bandeja alta, me da pánico el hecho de cruzarme con un barra brava, sea de mi club o de cualquier otro, porque son la peor lacra existente. Hoy tengo un laburo más o menos respetable y puedo gastarme algo de plata en ir a la cancha cada dos semanas, a alentar a mi equipo, a ser feliz en mi lugar predilecto del mundo. Pero quiero hablarles de la última vez que fui, la última fecha del Inicial 2013, el Newell’s – Lanus. Como todos saben, ese día al finalizar el partido, y de regreso a Buenos Aires, dos enfermos de la cabeza, dos asesinos sin perdón, mataron a dos compañeros leprosos de la filial Vieja Amelia que volvían a Buenos Aires igual que nosotros. Lo que viví esa noche no se los puedo explicar. Yo viajo con la Filial Oficial Buenos Aires Leprosa, y nuestro micro venía exactamente atrás de la combi, y delante de otro micro de la peña de Amelia. Veníamos viendo toda la discusión, que había algun problema pero como Rosario es una ciudad loca por los colores, lo tomamos como una más de tantas. Hasta que en un momento todo se paró. Se escucharon gritos, nuestro micro pegó una frenada y se escucharon murmullos, algo había pasado. Yo venía en los asientos de atrás, tratando de dormir y olvidarme del mal trago que había sido perder un campeonato. Y ahí el desastre, ir al asiento de adelante y ver las corridas, gente conocida mía desesperada con los celulares, llanto, histeria. Fue realmente lo peor que viví en mi vida. ¿De verdad la diferencia de colores vale dos vidas? ¿Puede ser que una discusión futbolera termine con dos víctimas fatales? ¿Puede la pasión llegar a estos términos? Yo creo que no debería ser asi. El folklore del fútbol, como lo llaman, ya no existe más. Yo veo a todos pidiendo el regreso de los hinchas visitantes, mientras en un partido de verano la gente de Gimnasia desafía a los de Estudiantes a recuperar las banderas, es decir, UNA GUERRA. Volviendo al tema de la tragedia de Rosario, les cuento que yo voy cada vez que Newell’s juega de local. En los micros no viajan barra bravas, no hay violencia, ES LA FAMILIA DEL FÚTBOL. Viajamos compartiendo algo para comer, para tomar, contamos anécdotas, a veces hasta traemos algunos bombos y vamos cantando en el viaje. Nos conocemos todos, o casi todos, viajan familias enteras, padres con sus hijos, abuelos, madres, nenas. Si, viajan nenes, chiquitos. Es una locura pensar que todo eso, lo hermoso de la vida, se puede perder por un termo pelotudo que se le ocurre vaciar dos cargadores en el frente de una camioneta. ¿Y saben que es lo peor? Que para mi, ir a la cancha es lo más hermoso que existe. Y por tipos como estos, una persona tiene que llegar a replantearse sus pasiones, sus amores, pensar en dejar de ir a la cancha a gritar por los colores de tu vida, y por que? Por que no sabés si vas a volver, por pensar en no volver. Gracias por el espacio, su laburo es impagable y todos soñamos con poder salvar al fútbol. Me pongo enteramente a su disposición, Y JUSTICIA PARA WALTER Y LEO!

 

Por Nicolas Pardiña, Hincha de  Newell’s Old Boys