Muertes emparentadas: la venganza al interior de las barras bravas

Disputas intrahinchadas: la tendencia se acentúa

El comienzo de un nuevo campeonato en el fútbol argentino se presenta con la continuidad y acentuación de una tendencia presente en el último lustro: las muertes producto de disputas al interior de las hinchadas.

De los casos fatales que últimamente han enlutado al mundo del fútbol, un porcentaje abrumador corresponde a integrantes de las barras bravas cuyas muertes aparecen claramente como “bien de cambio” en las disputas que dos o más sectores llevan adelante por el control de una hinchada. Parece una consecuencia lógica que, en peleas de poder entre grupos antagónicos que hacen de la violencia su bien más preciado, los problemas se resuelvan a través del derramamiento de sangre de sus miembros. El problema es que todo el fútbol argentino se ve obligado a ser parte de esa lógica y a actuar como escenario de esa guerra de facciones.

En los últimos tiempos, y con una frecuencia cada vez más alarmante, hemos sido testigos de estos casos en numerosas hinchadas. Y la alarma es cada vez mayor porque resulta evidente que en disputas así nunca está dicha la última palabra.

Las muertes vienen de a dos

La muerte de Gastón Cáceres ocurrida el  5 de febrero de 2010 fue la primera muerte del fútbol ocurrida en el año. El joven hincha de Newell`s recibió un balazo mientras regresaba a Rosario en un ómnibus repleto de simpatizantes luego de presenciar un partido. Así aislado, el caso puede tener como destino final el anonimato, la indignación de los medios o el sufrimiento de los cercanos al fallecido. Las respuestas institucionales oficiales que surgieron ante el hecho tomaron los carriles usuales. Como ya hemos demostrado en anteriores informes, una forma de vaciar de sentido la muerte de Cáceres, o cualquier otra muerte en un marco similar, es otorgarle un carácter de crimen ordinario, estableciendo que  el crimen se produce por un hecho puramente delictivo, ajeno al club, y sobre todo al fútbol. El discurso “oficial” tenderá, en la medida de lo posible, tanto por una cuestión de simplicidad como de respaldo al status quo, a poner en salvaguarda los mecanismos de su reproducción. Las muertes, de ser posible, que no sean del fútbol.

Sin embargo, la muerte de Gastón Cáceres no es un hecho aislado, ni del fútbol, ni del mundo Newell’s, sino que adquiere un sentido más nítido si se la presenta hermanada con la muerte de Pablo Gómez. La muerte de Gómez, también hincha del cuadro rosarino, se produce al finalizar el 2009 producto de una pugna entre distintos grupos dentro de la hinchada de Newell’s, que al continuar su disputa de poder durante el 2010 ocasionan la muerte de Cáceres en medio de un ajuste de cuentas resuelto por medio de  una balacera.

 

 

La segunda muerte de 2010 también se produce en la provincia de Santa Fe, en este caso en la ciudad capital, donde la víctima, José Mendoza, es un miembro de la hinchada de Colon de Santa Fé conocido como “El Ceme Ríos”. Este hincha caracterizado no era desconocido para el gran público,  ya que en Febrero de 2006 fue filmado en medio de la popular de Colon con un cuchillo en la mano intentando apuñalar a quien se le acercara durante un partido ante River. La muerte del “Ceme Ríos” tampoco se encuentra aislada, sino que es parte de una serie de disputas internas que se vienen sucediendo en el seno de la hinchada sabalera. Uno de los momentos notorios de esta disputa ocurrió en noviembre del 2008 con la muerte de Daniel López, producida incluso dentro del mismo estadio santafesino.

Otro caso reciente ocurrió a principios de marzo, en el marco de una pelea entre miembros de la hinchada de Estudiantes de La Plata. El agente de policía Sergio Horacio Rodríguez fue alcanzado por un disparo en la estación de tren de La Plata, antes de un partido en el que Estudiantes hacía de local en cancha de Quilmes. Al igual que las muertes anteriormente analizadas, esta también es producto de una disputa interna en la hinchada pincha, que se hizo pública a partir de los disturbios ocasionados en la cabecera local del Estadio Único durante un cotejo de la copa Libertadores en junio del 2009, y que Salvemos al Fútbol ha denunciado y continúa investigando.

El último de los casos ocurrió el jueves 11 de marzo, cuando Julio Bustos, un barrabrava de Rosario Central, perteneciente a la facción opuesta a la del histórico líder de la hinchada canalla “Pillín” Bracamonte, fue baleado en la puerta de su casa. Si repasamos el listado oficial de muertos del fútbol, podemos ver que a fines de 2007 era asesinado otro simpatizante del cuadro rosarino, Daniel Margarone, también de un disparo de arma y lejos de un estadio de fútbol. Margarone era miembro del grupo de “Pillín” Bracamonte y su propio hermano declaró que el asesinato fue producto de una interna de la barra.

Las muertes del 2010 se enmarcan así en un círculo de acciones violentas y venganzas, que son el resultado de las disputas en las propias hinchadas.  En esta lógica se incluyen también las ocurridas en Junio de 2009 en la hinchada de Huracán y las noviembre de 2008 y enero de 2009 en la de Unión de Santa Fe.

 

 

La venganza como eslabón de la cadena de violencia

Si existe  alguna característica común en las muertes producidas este año reside en su capacidad de dotar de sentido a una serie de actos violentos producidos en un pasado cercano. Es decir, por medio de las muertes es posible entrelazar disputas latentes y visibles en las propias hinchadas, que sin los eslabones que producen las muertes podrían ser tomadas como hechos individuales, aislados del sentido en común que las enmarca.

De tal forma, la utilización de la violencia efectiva y real por parte de los miembros de las barras bravas para dirimir sus disputas, parece alcanzar una suerte de causa y efecto, donde ya producida una disputa, o inclusive una muerte, la resolución (sin duda que parcial y temporaria, ya que así es el poder de los liderazgos) se produce con un nuevo hecho violento dentro de la misma hinchada. Al parecer, las formas en que la violencia, entendida como una forma de relación, se manifiesta en estos grupos suele seguir una lógica de acción-reacción. Por eso, es normal esperar que los actos violentos sigan produciéndose en tanto se encuentre en juego el poder de mando.

Y aquí entonces encontramos una nueva característica de los hechos violentos vinculados al fútbol: los límites de intensificación de la violencia parecen haber cruzado las fronteras permitidas y aceptadas, inclusive para dirimir conflictos internos. En consecuencia,  las muertes por enfrentamientos dentro de una misma hinchada se vuelven  posibles y frecuentes, pero cada una no solamente es relevante por sí misma sino que prefigura acontecimientos trágicos futuros. Si existen conflictos de poder entre uno o más grupos al interior de una hinchada, y esos conflictos desencadenan la muerte de un miembro de alguno de los grupos, es más que probable que el sector damnificado busque, por intermedio de la venganza, saldar la deuda de su compañero caído. Y en el mundo regido por la violencia, toda muerte se paga con otra muerte.

 

 

nro

nombre club fecha
229 Daniel Margarone Rosario Central Nov.2007
233 Daniel López Colón Nov.2008
235 “Miguelito” Romero Unión Nov.2008
237 Walter Ramírez Unión Ene.2009
241 Fernando de Respinis Huracán Jun.2009
242 Orlando Sosa Huracán Jun.2009
243 Pablo Gómez Newell`s Oct.2009
244 Walter Cáceres Newell`s Feb.2010
245 “El Ceme Ríos” Mendoza Colón Feb.2010
247 Julio Bustos Rosario Central Mar.2010

 

 Por Diego Murzi, Sebastián Sustas y Santiago Uliana