¿Por qué los barrabravas se matan entre sí?

Algunas explicaciones sobre un fenómeno actual

La muerte de Roberto “Pimpi” Camino, ex jefe de la barrabrava del club Newell`s Old Boys de Rosario, ha sido el corolario de una serie de hechos de violencia que en los últimos tiempos han tenido como protagonistas a diferentes hinchadas del fútbol argentino. La llamativa frecuencia que han alcanzado estos episodios ha reubicado en el centro de la escena a las barrabravas, pero ya no únicamente en el rol de victimarios sino ahora también como víctimas, desnudando de forma brutal el funcionamiento de un tipo de organización que parece cada vez más consolidada.

Como primer punto a tomar en consideración, hay que mencionar que mientras el promedio anual de muertes del fútbol en los últimos 20 años es de casi 6 muertes, en los primeros tres meses de 2010 ya se ha alcanzado esa misma cifra. Lo relevante es que esas seis muertes fueron todas consecuencia de enfrentamientos internos entre facciones de una misma hinchada. Este dato nos habla claramente de un fenómeno nuevo, que tiene que ver con la acentuación y exacerbación de un modo de organización propio de las barras, que se reproduce idénticamente en los distintos clubes.

Para intentar descifrar los porqués de esta escalada de violencia al interior de las hinchadas es necesario comprender, en primer lugar, cuáles son las bases sobre las que se estructuran las barrabravas en tanto grupo social

 

 

 

Los barras como actores centrales en un fútbol hipermercantilizado

Un primer elemento que salta a la vista por lo evidente, resulta del hecho de que el fútbol en su etapa actual vive un proceso de hiper mercantilización, y se ha convertido en una actividad económica que mueve importantes masas de dinero. El futbol se ha vuelto un negocio millonario del cual participan jugadores y sus representantes, medios de comunicación, empresas, dirigentes de clubes, políticos y más recientemente el propio Estado. Los barrabravas, más allá de que su participación no sea legitimada oficialmente, son en realidad actores de peso en la vida de los clubes. Y este lugar que ocupan hace que se autoperciban, ellos también, como genuinos beneficiarios del reparto del dinero generado por las actividades del club.

Una primera conclusión se desprende de este análisis; las peleas internas entre miembros de las hinchadas tienen como objetivo de disputa la apropiación de un espacio, el liderazgo entre los pares y el control de la barra. Comandar una hinchada otorga ciertas ventajas comparativas, quien “maneje” la barra tendrá acceso a negocios y podrá obtener dinero. Así, las luchas internas en el universo de las hinchadas son motivadas por dos elementos íntimamente conectados: poder y dinero.

Un claro ejemplo de la relación entre poder / dinero y violencia puede observarse en la sangrienta interna que vive actualmente la barra del club Estudiantes de La Plata. Con la consolidación del club en los primeros planos nacionales y continentales, ha aumentado el flujo de dinero que moviliza la institución, y al mismo tiempo, en paralelo, se ha desatado una feroz contienda entre cuatro facciones de la barrabrava.

Una segunda conclusión consiste en observar que la violencia resulta un elemento mediante el cual se resuelven los conflictos por el poder y el dinero en las barras. El conflicto en la disputa por el dinero es algo propio de las sociedades capitalistas, sin embargo no siempre estas disputas se dirimen de forma violenta. De esto surge la siguiente pregunta: ¿por qué en las barras los conflictos por poder y dinero se resuelven de modo violento e involucran muertes? Ante esta pregunta, importante para comprender las causas de las muertes que últimamente acontecieron en el fútbol argentino, es posible encontrar dos causales explicativos que están fuertemente entrelazados.

  1. Tal como lo señalan los trabajos de algunos antropólogos argentinos, las hinchadas como grupo se rigen por una lógica de funcionamiento interno de tipo tribal, en donde la violencia es una forma de relacionarse aceptada y natural.
  2. Por otra parte, no puede dejar de entenderse la violencia del futbol por fuera del contexto de la sociedad argentina en la cual se halla inserta. En una sociedad en donde el Estado se ha retirado de su función de controlador, es lógico que la violencia sea una forma posible de resolución de los conflictos y en este caso en particular, de los conflictos económicos.

Negocios nuevos, prácticas antiguas

En paralelo a la mercantilización del fútbol, las hinchadas también, como grupo organizado, van extendiendo sus áreas de influencia y su repertorio de actividades. Si en algún momento esas actividades tenían una relación estrecha con el espectáculo deportivo (cuidado de autos, reventa de entradas), ahora las fuentes de financiamiento se han ampliado y encontramos auténticas “unidades de negocios” independientes, similares a las de cualquier empresa (“tours de barras”, “clases” para hinchadas extranjeras).

A pesar de ese “desarrollo” en las actividades del grupo, no se verifica un cambio en los modos de relación. Por el contrario, la violencia persiste como el elemento clave que define el acceso a los puestos de poder, pero además esa violencia adquiere grados mayores de intensidad, que culminan en las muertes por venganza al interior de las propias hinchadas.

Barras y Mafia

En este sentido, las barrabravas tienen puntos de contacto con los grupos mafiosos tradicionales, que han utilizado históricamente la venganza o vendetta como forma de regulación de la violencia ante la falta de un poder centralizado. Es decir, cuando a uno de los grupos, la banda rival le asesina a uno sus miembros, este contesta con otra muerte, para generar en el segundo grupo temor y amenaza. La vendetta cumple, vista de esta forma, una función social: la de poner fin y regular los desbordes violentos al interior de una organización mafiosa. El temor a perder por asesinatos a más miembros del propio grupo, conduce a los miembros del bando que inicio los asesinatos a desistir de continuar con más crímenes, porque saben que ante cada crimen que cometan, el otro bando, en tanto un poder central y superior no intervenga, contestara con otro cadáver.

A pesar de que existan puntos de contacto entre el tipo de organización mafiosa tradicional y el modo de funcionamiento de las barras como grupo, cada uno de ellos tiene características diferenciales que no permiten igualarlos linealmente. La diferencia fundamental radica en el grado de visibilidad que ambos grupos tienen: mientras que los grupos mafiosos actúan clandestinamente y rehúyen a mostrarse públicamente como sujetos fuera de la ley, los barrabravas aparecen periódicamente ante las cámaras y buscan la aprobación del resto de los hinchas de su club a través de puestas en escena que reproducen semana tras semana en los estadios. Los barrabravas construyen su poder a partir de tres elementos: el dinero, el reconocimiento público y la utilización de la violencia de forma ritual.

Sin embargo hay elementos que sí coinciden entre ambas organizaciones: la capacidad de ofrecer (de vender) protección al mismo tiempo que ejercer la amenaza con sus mismos protegidos, la imposibilidad de que el poder se comparta entre más de una facción al interior del grupo, y la resolución de conflictos a través del uso de la venganza.

Recapitulando, las muertes entre miembros de una misma hinchada se explican a partir de una conjunción de factores. La lucha por lograr una posición de poder dentro de una misma hinchada, posibilita a quien la ostenta el acceso a grandes negocios. Estas disputas violentas se suceden en grupos con características cuasi tribales, que se relacionan a través de la violencia. Este hecho no puede ser disociado de un contexto más amplio caracterizado por la falta de regulación y presencia estatal, que son las soluciones a implementarse ante un escenario como el que representa actualmente en el fútbol argentino.

Diego Murzi

Santiago Uliana

Sebastiàn Sustas