“Me pidieron una gauchada”

¿Por qué decimos que la violencia es estructural en el fútbol argentino?

Sostenemos desde hace tiempo que la violencia en el fútbol no empieza ni termina con las barras bravas. Que existen muchos otros actores que con sus prácticas colaboran a convertir al mundo del fútbol en un espacio donde la trampa y el engaño no sólo son condenados sino que son herramientas legítimas para obtener beneficios. Uno de esos actores son los dirigentes deportivos.

Las declaraciones de Julio Grondona,(http://canchallena.lanacion.com.ar/1795153-julito-grondona-influyo-para-que-la-sancion-a-boca-no-fuera-dura-me-pidieron-una-gauchada ) hijo del ex presidente de AFA, en las que se asegura haber hecho una gestión personal para que la sanción a Boca por parte de la Conmebol debido a los incidentes en el Superclásico fuese más leve de lo que el organismo continental había definido en primera instancia, pertenecen a este tipo de prácticas que generan, avalan y reproducen la violencia. ¿Por qué sostenemos esto? Porque gestos como este exponen que para lograr beneficios es necesario tener contacto, participar de redes de relaciones. Y allí queda en evidencia que no todos los clubes son iguales ante los dictamenes de las instituciones que administran el fútbol.

“Hablé con la persona indicada, con el señor Gorka Villar. Él está en la Confederación por mi padre y hoy es el gerente general. Me preguntaron si podía hacer una gauchada. Levanté el teléfono y le expliqué a Villar lo que era Boca”, presumió Grondona Jr. Entonces nos preguntamos ¿Qué hubiese sucedido si en lugar de Boca los incidentes los generaban hinchas de Tigre, de Vélez, de San Lorenzo? ¿El castigo hubiese sido mayor (es decir, justo respecto al reglamento) que el impuesto a Boca? ¿Agredir a jugadores es menos grave si son hinchas con camiseta de Boca quienes lo hacen que si son hinchas de otro club? Con esta lógica, siendo irónicos, el reglamento debería establecer directamente los derechos y deberes según la importancia de cada club…

Las declaraciones de Grondona exponen que la igualdad de oportunidades, principio básico del deporte moderno, queda licuada en el accionar de la AFA y de la Conmebol. Julio Grondona (h) -un dirigente cuyo apellido importa porque Gorka Villar ocupa su cargo gracias a su padre, de modo que les debe un favor- hace explícito y sin ninguna vergüenza algo que quien pertenece al mundo del fútbol sabe o intuye: que las entidades que regulan el fútbol en Latinoamérica son espacios de “amistades”, de favores, de hoy por ti mañana por mí.

Y esta desconfianza de base, esta desigualdad, este funcionamiento viciado de las instituciones es lo que habilita las sospechas de partidos arreglados, los balances económicos dibujados, los acuerdos turbios con los managers, las quejas constantes de los jugadores, las irregulares ventas de terrenos, la presión de los entrenadores sobre los árbitros y también las prácticas violentas de los hinchas. Porque estas actitudes son las que dan pie a la legitimidad de la barra, que se erige ante los demás hinchas afirmando que son aquellos verdaderamente fieles al club, aquellos que representan a los que no tienen poder político y ponen su cuerpo, su aguante y su fidelidad para defender al resto de los hinchas cuando “el poder” (político, económico, dirigencial) los quiere “tirar al bombo”. Las declaraciones de Grondona habilitan a que la barra se constituya como límite, como aquel sector social que dice “ojo con lo que hacen, acá estamos y sabemos todo”. Así, las declaraciones de Grondona hijo contribuyen a seguir haciendo del fútbol un espacio de violencias.

Por Federico Czesli y Diego Murzi.