Reseña sobre el libro Violencia en el fútbol

Salvemos Al Fútbol, les comparte la reseña sobre el libro Violencia en el fútbol – Investigaciones sociales y fracaso políticos, José Garriga Zucal (compilador), Buenos Aires. Ediciones Godot (2013). Publicada en Revista Gestión y Política Pública, Número Temático Políticas Públicas del Deporte, (Segura & Hollanda, eds), CIDE, México, noviembre 2015. En donde además participan los investigadores y colaboradores de SAF, Diego Murzi, Fernando Segura Trejo y Federico Czesli.

Portada de Violencia en el fútbol. Investigaciones sociales y fracasos políticos.

Por Javier Szlifman

 La cuestión de la violencia en los espectáculos futbolísticos de Latinoamérica se presenta como un problema creciente en los últimos años. Sólo en la Argentina, son 300 los fallecidos desde 1924[i] en este tipo de incidentes. Sin embargo, las víctimas fatales son una muestra parcial de esta problemática, que se manifiesta diariamente en los estadios argentinos y fuera de ellos. Distintos países de la  región como Brasil, Perú, Colombia y Ecuador, con sus particularidades, viven un fenómeno similar. En la Argentina, la cuestión se vuelve más grave ya que las políticas públicas no sólo han fallado en el análisis y la solución del problema, sino que en muchos casos han contribuido a su profundización, con medidas concretas que han aumentado la capacidad de control sobre los espectadores pero que lejos están de contener los incidentes.

En este contexto, el libro “Violencia en el fútbol – Investigaciones sociales y fracasos políticos”, compilado por el antropólogo José Garriga Zucal, busca explicar las causas que permiten la aparición y el desarrollo del fenómeno en la Argentina, echar por tierra algunos de los conceptos y sentidos extendidos socialmente en relación con él y avanzar en la propuesta de medidas concretas, para una solución que permita garantizar a los aficionados apasionados la concurrencia a espectáculos futbolísticos seguros.

El libro presenta 14 textos de diferentes investigadores sociales que abordan el objeto desde distintas  perspectivas. En la primera parte, los trabajos se focalizan sobre el estado de la cuestión en la Argentina, con la presentación de investigaciones y trabajos de campo dentro de diferentes hinchadas. Luego, se presenta un espacio donde diferentes autores plantean casos de estudio en distintos países latinoamericanos y, finalmente, aparece un análisis de diferentes leyes, modelos de seguridad deportiva y una mirada del rol de los medios de comunicación en relación con la violencia futbolística.

En la introducción, Garriga afirma que es necesario comprender qué valores se ponen en juego para que la violencia se vuelva legítima para algunos de los actores participantes del espectáculo futbolístico argentino. El análisis permite comprender cómo ciertos discursos masivos resultan estigmatizantes, reduccionistas y etnocéntricos y, desde allí, se vuelven insumos constantes del fracaso de las políticas públicas.  Al comienzo del capítulo focalizado sobre la situación en la Argentina, Pablo Alabarces repasa los más importantes trabajos que vieron la luz en el país y los distintos avances que el campo de los estudios sociales sobre el deporte consiguió en los últimos años. Sin embargo, para el autor, en ese hiato entre el los trabajos de investigación y su desdén por parte del estado radica el fracaso de la cuestión. La propia mano del gobierno argentino que financió muchas de los trabajos académicos fue la misma que los desechó para aplicar políticas públicas efectivas.

En el apartado siguiente, la antropóloga María Verónica Moreira aborda los diferentes discursos que conviven en una hinchada de fútbol. Aquí, la categoría del aguante[ii] asume un rol central, como articuladora de diferentes conductas por parte de los fanáticos. Pero la autora revela que, mientras los miembros de las llamadas barras brava[iii] asumen los enfrentamientos como momentos centrales para adquirir y reforzar su reputación, para el resto de los hinchas estas prácticas no son más que hechos violentos, repudiables y condenables.

En una hinchada, la violencia aparece como un factor fundante y naturalizado en la construcción del poder interno. Sin embargo, los hinchas no son inherentemente violentos, sino que sus prácticas violentas tienen significados que se ponen en juego en determinadas situaciones.
Rodrigo Daskal reflexiona sobre el concepto de cultura en los sectores populares, en relación con la violencia en los espectáculos futbolísticos de la Argentina. El autor analiza también los modelos de cuerpos de los hinchas argentinos, que se presentan como rudos, grandes y fornidos, que contrastan con el modelo dominante vigente en la sociedad. En los últimos apartados de esta sección, Federico Czesli y Nicolás Cabrera ofrecen sus trabajos de campo en las hinchadas de Platense y Belgrano, dos clubes del fútbol de ascenso en la Argentina.  Czesli dedica un espacio importante a la relación de los miembros de la hinchada con el territorio. “Creo que el concepto Platense condensa el derecho de los pibes a existir. En el combate no se pone tanto en juego el amor por la camiseta como el ser dignos de pertenecer, porque demuestran que pueden responder por su comunidad y defenderla”, afirma. Por su parte, Cabera concluye que los miembros de la hinchada, que ocupan posiciones desfavorecidas en la estratificación social, “buscan compensar dicha condición estructural a partir de la construcción de un sistema de representaciones y prácticas diferentes de las convencionales (el aguante)”. Gracias a la violencia, agrega, algunos de ellos ocupan una posición significativa dentro de la estructura de la hinchada y son venerados por sus pares.

La siguiente sección abre el espectro a una serie de trabajos en regiones disímiles. Federico Fernández presenta una investigación en relación al campeonato futbolístico de Valle Grande y la importancia social y cultural que reviste este acontecimiento para esta zona de la provincia de Jujuy, en el norte de la Argentina.

Por su parte, Roger Magazine y Sergio Fernández retrotraen sobre el surgimiento de los grupos organizados de aficionados en México en la década de 1990. Los autores revelan cómo los miembros de estos grupo los hinchas comenzaron a vivir experiencias de violencia física, lo que hizo aumentar considerablemente la seguridad en los estadios mexicanos. Sin embargo, los autores concluyen que la violencia en los estadios no aumentó solamente por las prácticas de los nuevos grupos, sino en buena parte por la supuesta amenaza de violencia que informaban los reportes de prensa. Luiz Enrique Toledo repasa los cambios en las formas del aliento de los aficionados en el fútbol de Brasil a lo largo de las últimas décadas. El autor propone como hipótesis que el recrudecimiento de la violencia entre los hinchas se relaciona con el descompromiso del cuerpo objetivado históricamente por la moralidad del trabajo. A la vez, el fútbol se integra a otros espacios, como las escuelas y las discotecas, como sitio de experimentación y consumo de esta una postura competitiva e intolerante. En este contexto, el uso de la fuerza se vuelve un recurso de afirmación de identidad y subjetividad. Alejandro Villanueva Bustos y Nelson Fabián Rodríguez dan cuenta de distintos trabajos para combatir la violencia en el fútbol de Colombia. Allí, Bogotá es la primera ciudad que difunde una normativa que no busca perseguir y estigmatizar a los hinchas, sino reconocer la responsabilidad de los diferentes involucrados a partir de categorías como seguridad y convivencia.

Fernando Segura M. Trejo y Diezo Murzi toman como objeto dos países europeos que vivieron la problemática de la violencia, para analizar las diferentes resoluciones que tomaron en cada caso. En Inglaterra, las medidas tomadas a comienzos de la década de 1990 permitieron garantizar el orden en los estadios mientras que avanzaban sobre el control de los espectadores. El estadio ganó en confort pero a costa de un sistema de individualización de los aficionados que enfrió el clima de los partidos y restringió la creación de lazos sociales arraigados. Distinto fue el caso de Bélgica, donde el plan de Fan coaching buscó atacar la raíz y no las consecuencias del problema, permitiendo a los fanáticos radicales contar con  espacios institucionales donde establecer sus necesidades. Así, se mantuvo el fervor en los estadios y disminuyeron los incidentes, sin restringir las libertades individuales. Los autores proponen tomar la severidad de las sanciones inglesas junto con las investigaciones, el diálogo y el trabajo social realizado en Bélgica, como un espejo donde puedan mirarse países como la Argentina para resolver el problema de la violencia deportiva.

En el último apartado del libro, pasan a primer plano las leyes y las diferentes políticas públicas implementadas en la Argentina. Santiago Uliana y Matías Godio analizan los operativos de seguridad en los estadios de fútbol y concluyen que los mismos, lejos de intentar contener los incidentes, intervienen activamente en la construcción y reproducción de la violencia. Los investigadores sostienen que desde las propias estructuras que organizan lo espectáculo, el mismo se presupone como un espacio de tensión y potencialmente violento. Por lo tanto, todos los asistentes son potenciales delincuentes o incapaces de obedecer las normas.

Juan Sodo pone el foco en los medios masivos en torno a la cuestión de la violencia, para mostrar el doble discurso de los llamados hinchas comunes y el reduccionismo del tratamiento mediático sobre el tema. Así, queda claro como los medios frecuentemente muestran indignación en sus discursos luego de cada muerte ocurrida en relación al fútbol y ponen bajo la lupa a los distintos actores involucrados, pero no aparece ninguna referencia a su propia responsabilidad. Aparece además un doble discurso en torno a las barras bravas: se condenan las prácticas violentas pero los hinchas comunes reclaman la existencia y presencia de una buena barra.

Sebastián Sustas aborda luego la cuestión legal, para mostrar cómo las normas que regulan los comportamientos en los estadios de fútbol proponen la militarización del espacio, lo que resulta uno de los fundamentos que dan sustento y posibilidad a las prácticas violentas. Según las normas, las barras bravas son los principales responsables de la violencia, asociada al delito y la seguridad. Se genera un paradigma que acentúa el control sobre el espacio para evitar los incidentes, pero poca referencia aparece sobre la posibilidad de prevención de los hechos.

Sobre el final del libro, Garriga vuelve con un texto donde aparecen propuestas para cambiar el cuadro de situación. El autor sostiene que es necesario cambiar la lógica del aguante, definido positivamente al interior de la hinchada y que se vuelve la fuente de sustentación de la violencia en el ámbito del fútbol: “Es necesario construir nuevos grupos que eliminen la violencia como bien de intercambio” afirma el antropólogo. La legitimidad que los hinchas otorgan a muchas de las prácticas violentas, penadas por la ley, es la explicación del fracaso de las políticas de prevención, que se basan en la persecución judicial. Como sostiene el autor, el libro resulta una aproximación a la problemática de la violencia en el fútbol, con miradas originales, que cuentan con poco espacio en los medios masivos. El trabajo desnaturaliza la supuesta irracionalidad de los hinchas violentos y busca desnaturalizar hechos cotidianos, que cuentan con el aval de los llamados hinchas comunes. A la vez, cuestiona con fundamento el modelo inglés, que muchas veces es presentado como el modelo a seguir por muchas voces mediáticas. Encuentra en la organización de los operativos policiales que custodian los encuentros y en las leyes que regulan las prácticas de los hinchas una fuente que profundiza los frecuentes incidentes. Propone echar por tierra las soluciones mágicas y la profundización de normas más duras como una posible salida para estos conflictos. Busca reconocer a los llamados “barrabravas” como actores, para incluirlos en la búsqueda de soluciones. Apunta la responsabilidad de los llamados hinchas comunes, que legitiman muchas de las prácticas violentas de las barras. Por lo tanto, aquí hay valiosas reflexiones para abordar la problemática vigente. Aparecen propuestas, análisis históricos y trabajos de campo. Resultaría más que valioso tomarlas en cuenta a la hora de diseñar políticas públicas más originales en relación con la violencia en el fútbol.

Referencias

Alabarces, Pablo (2004), Crónicas del aguante. Fútbol, violencia y política, Buenos Aires, Capital Intelectual.

Garriga Zucal, José (2006): ´Soy macho porque me la aguanto´. Etnografía de las prácticas violentas y la conformación de identidades de género masculino, En Alabarces (org.): Hinchadas, Buenos Aires, Prometeo Libros.

Garriga Zucal, José (2007): Haciendo amigos a las piñas. Violencia y redes sociales de una hinchada de fútbol, Buenos Aires, Prometeo Libros.

Salvemosalfutbol.org.

Javier Szlifman

Periodista y Licenciado en Ciencias de la Comunicación, Universidad de Buenos Aires. Maestrando en Comunicación y Cultura por la Universidad de Buenos Aires.

[i] Fuente: salvemosalfutbol.org.

[ii]  Alabarces (2004) define el aguante como aquello destinado a apoyar, a ser solidario. En el ámbito futbolístico, aguantar significa poner el cuerpo, básicamente, en la violencia física. En la década de 1990, en Argentina, el término comienza a ser asociado a los grupos de hinchas  organizados que siguen a los equipos de fútbol.

[iii] En Argentina, se conoce como barra brava a los grupos de hinchas organizados que siguen a un equipo de fútbol.