La Superliga Argentina, entre viejas prácticas y nuevos negocios

El sociólogo Diego Murzi, vicepresidente de la ONG Salvemos al Fútbol, opinó en Télam sobre la creación de una liga profesional de fútbol en Argentina y la situación interna de la AFA ante esta iniciativa que divide las aguas del fútbol nacional.

La discusión instalada alrededor de la creación de una Liga Profesional de fútbol en Argentina debe ser pensada a la luz de dos ejes centrales: la crisis de gobernabilidad que dejó en la AFA  la muerte de Julio Grondona, por un lado, y el futuro de los derechos televisivos, hoy en manos del Estado hasta 2019, por el otro. Lo que está en juego no es otra cosa que el reparto del dinero y la reconfiguración del poder dentro del mundo del fútbol argentino.

La Asociación del Fútbol Argentino.

 

A su vez, la discusión sobre la Superliga, así como otras que tocan a la organización del fútbol profesional, se produce en un contexto caracterizado por la reemergencia de un discurso que asocia la gestión privada con la eficiencia y la modernización, que hoy es hegemónico en nuestro país.

Si la pensamos objetivamente, la Liga en sí misma es una herramienta. No es ni buena ni mala, ni justa ni injusta, sino que su impacto dependerá exclusivamente de la forma en la que se estructure y en que se vincule con la AFA, institución que seguirá controlando aspectos clave de la competición como ser el Tribunal de Disciplina o la gestión de los árbitros.

Inicialmente su implementación polarizó las opiniones entre un sector de dirigentes que apoyaban la Liga, presentándola como la solución a todos los males del fútbol, y otro sector que se opuso a la propuesta, alegando motivaciones egoístas de los clubes más poderosos.

De esta manera, la cuestión fue planteada por los medios como una pelea entre clubes grandes y clubes chicos, que asociaba a los primeros con un tipo de gestión más dinámica y moderna, y a los segundos -encabezados por Hugo Moyano- a esquemas de organización más tradicionales.

Tras la última reunión de Comité Ejecutivo la resistencia al concepto de la Liga prácticamente desapareció, y la discusión viró hacia cuándo, cómo y quiénes la implementarían. La pelea de fondo es entonces, nuevamente, por el control de la AFA.

Hoy la AFA vive una gran una crisis institucional, reflejada en situaciones surreales como ser que se le adeuden siete meses de salario a Gerardo Martino o que virtualmente no estén funcionando las Selecciones Juveniles. Lanzar la Liga en un marco institucional tan débil no augura un buen futuro, ya que Liga y AFA deberán convivir y no son independientes una de otra.

Por otra parte, en el centro de la discusión sobre la Liga se halla la comercialización de los derechos televisivos -la Liga se trata en esencia de la relación entre fútbol y medios-. El hecho de que hoy pertenezcan al Estado lo convierte en un actor con intereses dentro de este problema, y resulta poco factible que el Estado se mantenga como mero observador cuando los objetivos fiscales y la política de medios del Gobierno son contrarios a tener bajo su tutela la transmisión de los partidos de fútbol.

En suma, el tema de la Superliga se inscribe dentro de un proceso de transformación de AFA que pone en discusión los modos de gestión políticos y económicos vigentes. Este nuevo contexto habilitará muchos debates necesarios y pendientes alrededor de la organización de nuestro fútbol, como ser el reparto de recursos entre los clubes, la infraestructura de los estadios, la seguridad y el bienestar de los espectadores, el destino de las Selecciones Nacionales y sobre todo, la apertura al desembarco de Sociedades Anónimas Deportivas.

Abordar esos debates en un marco institucional débil sólo favorecerá la imposición de los intereses particulares más poderosos y no necesariamente los más beneficiosos para la mayor democratización del fútbol. El desafío es desterrar las viejas malas prácticas, pero analizar a conciencia las nuevas promesas.

Mientras tanto, lo cierto es que el destino de nuestro fútbol se decide en discusiones palaciegas de las que el hincha permanece al margen. La verdadera transformación del fútbol se va a producir cuando se abra la participación directa a los socios. Hasta entonces seremos meros espectadores.

(*) Sociólogo y vicepresidente de la ONG Salvemos al Fútbol. Con la colaboración de Eric Verschoor.

Fuente: Télam.