Todos “no somos” periodistas.

Huracán-Tigre:

Se ha convertido en un clásico culpar a la prensa de todo. Más allá de las grandezas y miserias que en todas las profesiones existen –producto sin dudas de la naturaleza humana misma- y de las inocultables diferencias de impacto colectivo que tienen entre sí muchas de ellas, hay cosas que evidentemente, superan cualquier espíritu comprensivo.

La Defensora Adjunta del Pueblo de la CABA, Graciela Muñiz, ha pedido al titular de la Unidad de Coordinación de Seguridad y Prevención de la Violencia en Espectáculos Futbolísticos (Ucpevef), que explique las razones por las que, a pesar de haberse dictado la medida de “ser jugado sin público”, el encuentro que esos equipos disputaron el 5 de junio de 2011, contó con la visita de cerca de tres centenares de desaforados que, tras el alambre, estratificaban la clara violación a la medida dispuesta por ese organismo.

La respuesta del doctor Juan Carlos Blanco, fue realmente ocurrente. Indicó en forma textual que “La cantidad de periodistas acreditados por Huracán superaba los 250, que sumados a los 80 dirigentes permitidos, hacen un total de aproximadamente 330 concurrentes autorizados. El C.A Huracán posee 25 cabinas de transmisión, que fueron ocupadas por unas 75 personas, quedando e resto –unas 250- ubicadas inevitablemente al aire libre en la platea Alcorta.”

Como periodista, es difícil responderle al doctor Blanco. Sus palabras lo ubican en el sitio del absurdo, y a éste aun no se han inventado argumentos que lo puedan rebatir, ni explicar.

Unos interesantes análisis que por ahí pululan sobre la conversión en la tradición literaria que se produce a finales del siglo XIX, cuando de la tendencia “trágico-heroica” se pasa a la “trágica-absurda”, afirman que cuando el hombre se dio cuenta de su impotencia total frente a la naturaleza, se volvió cínico frente a su propia situación de inferioridad y volcó la letra hacia la tendencia absurda.

Tal vez la explicación a Blanco le quede grande, teniendo en cuenta que ha demostrado no poder ser un literato. Cuando le tocó escribir el capítulo de un libro para el que fue convocado –aun tratándose de un tema en el que trabaja desde hace años- lo que hizo fue plagiar el trabajo de una pobre periodista –yo misma- con apenas tres años de tarea en cuestiones vinculadas al fútbol. Pero no está de más poner un poco de buena voluntad y tratar de entender su absurda respuesta en términos de impotencia ante una realidad aplastante. Por lo menos para evitar que la Defensora Muñiz monte en cólera.

Si toda su parrafada fue una pieza maestra de la tomada de pelo, hay una que supera sus marcas. “La conducta que usted detalla de parte de representantes de medios partidarios del C.A Huracán, reprobable desde la ética periodística, excede nuestra responsabilidad.”

Nunca vi a un colega ir a hacer una cobertura sin una birome, un anotador, un grabador, un micrófono, una cámara, un mp3. Podríamos invitar a ver si en las imágenes que señalan lo sucedido aquel día, si alguno de quienes el impotente funcionario señala como “periodistas” aparecen en las imágenes con algo de eso en sus manos.

Los periodistas somos acusados de casi todos los males que últimamente, castigan nuestra sociedad. Difamamos, mentimos, tergiversamos, vendemos nuestras plumas, nos ponemos al servicio de oscuros intereses, complotamos, “construimos realidad” a través del discurso, y todo eso claro, siempre en detrimento de las causas nobles (con minúscula, desde ya).

Eso si, de hacer de hinchada y/o barra, creo que no se nos había acusado nunca.

 

ANDREA FRADE