A 35 años de la muerte de Adrián Scaserra

Por Javier Szlifman*

El 7 de abril de 1985, hace 35 años, Independiente recibió a Boca por la cuarta fase de la ronda de perdedores del Torneo Nacional. El partido estaba lejos de ser definitorio para el campeonato que finalmente consagraría a Argentinos Juniors, pero las hinchadas se disputaban algo más que los puntos que otorgaba la victoria. En medio de la disputa por el liderazgo de la hinchada de la Selección Argentina de cara al Mundial de México en 1986, la barra del Rojo atacó a La 12 en la bajada del Puente Pueyrredón. Allí se dio el primer enfrentamiento. La policía intentó detener a José Barrita, entonces líder de la hinchada xeneize, y a algunos de sus compañeros, pero no logró su cometido.

En el partido, Independiente se adelantó en el marcador por 1 a 0. A pocos minutos del final, la barra de Boca intentó abandonar la tribuna popular para vengar el ataque inicial de los rojos. Pero la policía, decidida a detener a los líderes de la hinchada desató una feroz represión. El partido fue suspendido. Ese día, Adrián Scaserra, de 14 años había convencido a su padre Juan para que juntos fueran por primera vez a un estadio para ver a Boca. En medio de los incidentes, comenzaron a bajar las escaleras de la popular visitante para refugiarse. Al llegar a la boca de acceso de la tribuna que da a las vías del ex Ferrocarril Roca, una bala de calibre 9 milímetros, de las que utilizan las fuerzas de seguridad, impactó en el pecho de Adrián, quien murió instantáneamente.

La causa judicial nunca avanzó. Juan Scacerra se dedicó a investigar personalmente y recogió numerosas pruebas de los hechos. La familia acusó al subcomisario bonaerense Miguel Angel Sacheri, pero nunca fue condenado. Alguna vez, Juan declaró al diario Clarín: “Si cada una de las personas que estuvieron en este caso se hubieran dedicado a investigar en vez de entorpecer la causa, el asesino de mi pibe estaría cumpliendo la pena por el daño que hizo”.

La justicia sólo ordenó una indemnización. Independiente abonó a la familia Scaserra 90.000 dólares y, el Estado, una compensación de 100.000 pesos. El hecho y su resolución fue similar al asesinato de Ricardo Geuna, hincha de Tigre, ocurrido un año antes, el 12 de abril de 1984, en el Estadio de Arsenal, cercano al de Independiente. Geuna también murió por tres balas de 9 mm. disparadas por Osvaldo Tapia, un suboficial de la Policía Bonaerense que entonces estaba de civil. La misma justicia de la Zona Sur condenó a Tapia por homicidio simple a 9 años de prisión, pero finalmente la Cámara fijó la pena en tan sólo dos años y medio.

El asesinato de Scaserra tuvo gran repercusión en la sociedad y una de sus consecuencias fue la primera normativa específica para la violencia en espectáculos deportivos de la Argentina. La Ley 23.184, conocida como Ley De La Rúa, por el entonces legislador que la impulsó, aun sigue vigente 35 años después, pese a sus múltiples modificaciones. Esta normativa puede considerarse como la inauguración en la cuestión de la violencia en el fútbol de un modelo de actuación por parte del Estado, que a partir de entonces propondrá frecuentemente respuestas reactivas a partir de incidentes graves que tuvieran mucha repercusión en la opinión pública. En la ley de 1985 aparecen muchos de los supuestos que organizaron las políticas de seguridad en la Argentina desde entonces.

Esta ley preveía castigos penales para delitos realizados en el ámbito del espectáculo y sancionaba algunas prácticas concretas (portación de armas, formación de grupos, alteración de transportes urbanos). Pero, además, presentaba numerosos sentidos asociados a lo conflictivo y lo peligroso, dando lugar a las primeras hipótesis de conflicto para explicar el fenómeno de la violencia en el fútbol: el fanatismo de los hinchas entendido como pérdida de la racionalidad, la rivalidad deportiva como fuente de violencia y el espacio del estadio como un lugar inseguro. Si bien una parte considerable de esta norma estaba pensada en función del actor de riesgo que personifican las “barras bravas”, en ningún pasaje de la misma figura una definición de lo que se entiende por “barras bravas”. De esta forma, se daba lugar a la reproducción de los sentidos construidos por los medios de comunicación y ayudaba a legitimar el enfoque policial dominante, cuyos ejes eran la estigmatización, la simplificación y la criminalización.

Si bien la muerte de Scaserra supuestamente fue responsabilidad del accionar policial, el Estado respondió legitimando la visión de las fuerzas de seguridad respecto al problema de la violencia. La justicia tampoco fue capaz de castigar a los responsables y el hecho quedó impune.

* Licenciado en Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos Aires (UBA).